Hay quienes creen que en muchos momentos de la vida, asumir el orgullo es la mejor decisión, que puede evitarnos cualquier herida y engrandecer la dignidad del corazón… Lo que no saben es que esa teoría es una gran equivocación; porque el orgullo es de los más grandes enemigos que tiene cualquier relación, nos estanca y esclaviza, nos niega la oportunidad de vivir y en vez de avanzar nos paraliza, sin sabe que hacer ni a donde ir…
Impide a que se de libremente la reconciliación y sanación, reprime muchos nobles sentimientos al instalarse en una sola y egoísta posición, de quien espera a que el otro sea siempre quien avance primero, en asumir una actitud de reparación, de este modo es casi que imposible salvar lo que tanto se amó…
Nos hace perder mucho tiempo y en esa expectativa no calma sino que produce más dolor; ocasiona ansiedad y desespero, genera en la persona quien lo asume mucha confusión, porque se le ha metido en la cabeza que quien manifiesta actitudes de humildad y nobleza, será objeto de menos precio, burlas, desengaños y se le tratará con bajeza…
Por orgullo muchos se han negado la oportunidad de recuperar lo que tanto han amado, porque asume como mecanismo de defensa evadir cualquier responsabilidad y lavarse las manos; culpando siempre a la otra parte, cargándole toda la obligación de remediar lo que se ha ocasionado, causándose ambos mucho dolor, viviendo días eternos y sombríos, sintiendo el camino agotador nublado…
El orgullo pesa demasiado, nos impide avanzar, nos estanca en un pasado; reprime los sueños, mata todo lo bello que en el corazón por mucho tiempo había habitado… no se pude renovar ningún sentimiento, si seguimos a todo eso aferrados, porque recordarlo con resentimiento, nos causa mucho dolor e imposibilita reparar el daño; pero si hay demasiado amor, es posible sanar cualquier herida y reparar la relación.
No se puede confundir orgullo con dignidad; porque tampoco se trata de ir al otro extremo de humillarse, mendigar amor, ni perdón tener que implorar; porque hay quienes se encasillan en una postura de resentimiento, odio y rencor, rechazando y pisoteando los esfuerzos más nobles y humildes que salen del corazón de aquel que a pesar de lo ocurrido, experimenta tan grande y puro amor.
Es liberador dar ese paso, perdonar en lo más profundo de nuestro ser, aunque sea el otro quien la haya embarrado y no lo quiera reconocer, si le perdonamos sinceramente, nos sentiremos libres otra vez, cerraremos ese capítulo con todo lo que bueno o malo que pudo acontecer… a la otra persona le queda la carga o esa sensación de desconfianza y ansiedad, que le previene ante todo lo que la vida le quiera más adelante regalar, negándose cualquier oportunidad de vivir y experimentar la verdadera paz, tan solo porque prefiere aferrarse a un orgullo vano que nada bueno jamás le podrá aportar. Y si la falla estuvo de nuestra parte y humanamente lo sabemos reconocer, dejar de lado el orgullo y pedir perdón de corazón, ennoblece todo nuestro ser y hacer, es de los gestos más grandes y sublimes, asumir las consecuencias de la equivocación, tener la valentía de manifestarlo y ser capaces de dar ese paso en la reconciliación. Si eres de los que llevas en tu maleta el orgullo como mecanismo de defensa y prevención, lucha por liberarte de tal enorme y pesada piedra, no aporta nada provechoso, te agota y te enceguece ante lo que es realmente hermoso, te roba posibilidades de experimentar muchas cosas, se acomoda en el tiempo que pasa sin darte cuenta y no repite ni te regresa las oportunidad que a diario nos da... cuando quieras reaccionar quizás sea demasiado tarde, en tu equipaje no habrá nada más, todo lo habrás dejado escapar en esa espera, que te paralizó y no te dejó recuperar ni disfrutar lo que más supiste amar.
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